Mezcal Canastudo
28 años es toda una vida.
Si le preguntas a un niño que dirá que es una eternidad.
Imagínate cuántas cosas pasan en ese tiempo. Fuiste a la escuela, te enamoraste, empezaste a trabajar, tal vez comenzaste una familia y sembraste una semillita para el futuro.
Ahora, lleva ese pensamiento a la sierra de Oaxaca. El
maguey canastudo tardó 28 años en crecer para que pudiera extraerse su espíritu
y convertirse en mezcal. De ahí la romántica expresión de bebida espirituosa.
Tuve la fortuna de encontrarme un mezcal de maguey Canastudo
en La Vulgar DF, bajo la marca Los Perdidos a Caballo. El maestro mezcalillero es Alfonso Sánchez de
San Baltazar Chichicapam, Oaxaca. El maguey se molió con rueda de piedra y tuvo
dos destilaciones en Alambique de Cobre. Únicamente se hicieron 300 litros.
Los puristas siempre ponemos las pruebas de fuego. La primera vez que lo probé me sorprendió,
así que me di a la tarea de adquirir una botella para poder venenciarlo. Al momento de servir el mezcal en la jícara,
resalta la riqueza aromática de la bebida, detectando olores lácteos y
frutales. La perla sí corresponde a los
49% de alcohol por volumen que señala la etiqueta, aunque tal vez esté un poco
abajo. La perla fue pequeña pero se mantuvo el tiempo suficiente para poder apreciarla.
El sabor del primer beso al mezcal fue congruente con los aromas. La primera sensación en el paladar es láctea
y muy fresca, con sabor a la libertad del campo. También salen tonos frutales y
herbales. Lamentablemente esa brisa de felicidad hace presencia y luego
desaparece. En el segundo trago resalta
aún más la complejidad de esta joya de mezcal, que pudo haber sido más potente
pero el maestro optó por disminuir la intensidad. Se respeta la decisión.
Gracias a los amigos de la Vulgar por la oportunidad de degustar este
tesoro. Si ustedes son lo suficientemente afortunados y curiosos como yo, lo
encontrarán escondido en la carta.
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